por Manuel Mojica
En la cosmovisión indígena bribri, cuando una joven menstrúa por primera vez, se le considera igual que a cualquier otra mujer que puede dejar su hogar para formar una nueva familia y asumir el rol de la maternidad.
Si bien esta noción cultural persiste en el presente, no quiere decir que todas las mujeres indígenas tengan que seguir ese modelo de vida si no lo desean. De hecho, las que pueden superar barreras educaciones, económicas y geográficas; podrían salir de sus comunidades para gestar un proyecto de vida distinto.
Nosotras, en alianza con UNICEF, visitó y compartió con 85 niñas y jóvenes en Desamparados, Santa Ana, Moravia, Goicoechea, Alajuelita, Siquirres y Puerto Viejo, para instarlas a pensar sobre lo que querían hacer en el futuro y qué tipo de proyecto de vida querían construir. Estas visitas ocurrieron entre finales del 2017 y febrero del 2018.
“Es importante también salir de San José y acercarse las comunidades que han sido históricamente discriminadas”, reconoció Marysela Zamora, directora de Nosotras. “Si en estos espacios sos mujer, pues sufrís una doble discriminación”, agregó.
Según Marysela, la idea de estos talleres es que las chicas logren verse a sí mismas como mujeres con capacidad de construir un proyecto de vida de acuerdo con sus sueños y aspiraciones, en los que puedan realizarse como personas y también devolverle algo a sus comunidades.
Eso sí, no se trata únicamente de impartir un taller de manera magistral. De hecho, en cada uno de los talleres, las chicas podían construir su propio manifiesto de manera conjunta entre ellas; el equipo coordinador cumplió un rol de acompañamiento.
Es importante respetar la forma en la que una persona más joven puede entender el mundo según sus experiencias, necesidades y anhelos. En la formación de esta visión de mundo, no solo importa la brecha generacional con otras personas, sino la forma en que la sociedad le ha dicho a cada persona cómo comportarse.
Por ejemplo, en uno de los talleres participaron dos chicas con diversidad funcional: una con autismo y otra con parálisis. Esta experiencia les permitió conocer a otras mujeres jóvenes que, como ellas, tenían expectativas para su futuro y, según lo expresaron “por primera vez, fueron parte de un grupo que no era exclusivamente de personas con algún tipo de discapacidad”.
Si bien las personas en niñez y adolescencia necesitan acompañamiento en algunos aspectos relacionados con su seguridad, sus finanzas y el uso de las tecnologías; esto no las convierte en personas dependientes de alguien mayor de edad. Por el contrario, las personas jóvenes siguen siendo personas autónomas y con capacidad de decisión.
Uno de los principales retos en este tipo de espacios es adaptar las metodologías para que todas las personas puedan participar activamente. Según Isabel Rojas, gestora social de los talleres, es necesario asumir esta dificultad extra para promover una mayor inclusión.
Para este trabajo, la articulación de esfuerzos entre distintas instituciones es fundamental. Un claro aliado estratégico de este proceso fue el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia – UNICEF – en Costa Rica, organismos que se unió a la Vicepresidencia de la República, a Fábrica de Historias y a otros aliados, para impulsar una serie de talleres previos con niñas y adolescentes, con énfasis en poblaciones excluidas, así como con la organización del II Encuentro de Nosotras: Women Connecting.
“La misión de UNICEF es fortalecer las capacidades y liderazgo de las niñas y adolescentes, a través del empoderamiento como un mecanismo para avanzar hacia el logro de la equidad de género, el cumplimiento de sus derechos y su inclusión como ciudadanas plenas; para que puedan convertirse en las protagonistas de su vida y agentes de cambio”, enfatizó Gordon Jonathan Lewis, Representante de UNICEF Costa Rica.
Un comentario sobre “Empoderar a las mujeres más jóvenes: una apuesta por un mejor futuro”